miércoles, 2 de marzo de 2011

Barrotes


Todo eso que haces, ¿Te das cuenta?, todo eso que dices que haces, ¿Cómo lo llamas? Si, anda, caballero tú. Claro, solo aquí podías ser tú un caballero. Bueno, pero que no te ofendas. Pues todo eso, ¿Me escuchas?, todo eso que dices que haces, y ahora es cuando te quedas, cuando te dejo, de piedra; es pre-ci-sa-men-te la base de ese machismo contra el que despotricas. No sé si me entiendes; ¿Despotricas?, ¿Sí?, de acuerdo. Mira, Antonio, cuando vas en el Metro y entra una mujer, y tú te levantas por el mero hecho de que esa persona sea mujer, y no te digo una embarazada o una anciana, sino una mujer, simplemente. Deja eso, que te estás matando, deja eso y escúchame. Antonio, cuando haces eso, que además mientras ella lee su best seller de moda, tú te quedas ahí de pie, intentando aguantar el equilibrio para no partirte la boca contra algún barrote, que ironía, que ya no estás tú tampoco para esos trotes Antonio; o simplemente para no ir rebotando de axila en axila, como en una especie de martirio... Ya me he perdido. Ah, sí. Escucha Antonio, que me distraes todo el rato con eso. Todo aquello lo que hace es contribuir a crear una imagen de la mujer como un ser desvalido que hay que proteger; y si tienes que protegerla depende de ti, y si depende de ti está por debajo de ti. ¿Te das cuenta? Eres tú, ellas, todos vosotros los que dais a cada momento pasos atrás mientras la sociedad cree que avanza poniendo a hombres haciendo la colada en los anuncios de la televisión. Vaya cara se te está quedando, Antonio; mira que te he dicho que dejases eso. ¿Cómo que mi culpa? No, de tostón nada. Pero bueno, que no es tu culpa, es algo que está demasiado arraigado en la sociedad. ¿Arraigado? ¿También? Estás que te sales Antonio. Bueno, sí, yo claro que también pertenezco a la sociedad. En proceso de reinserción estarás tu, que yo ya estaba insertadísimo. Si, la enfermera, ¿Qué pasa con ella? Bueno, primero te voy a rogar que no seas vulgar Antonio, me cago en tu vida. Y bueno, si, la enfermera, ¿Qué quieres que te diga, Antonio? Ella. Sí, claro. En fin. Pues que si pudiese ella esperarme, que no me queda nada Antonio, si pudiese ella esperarme, conocerme bien, fuera de aquí; entonces pasaría ella primero por todos los umbrales, y suyo sería hasta el último asiento del último vagón del último Metro de la última hora de la noche en la que ella quiera cenar conmigo. Y ella que se cree que se lo digo en broma, Antonio. Y yo que no hago nada por sacarla de su error. ¿Qué? Pues sí. ¿Ves? Va a ser eso Antonio, que está muy arraigado.