martes, 7 de enero de 2014

Viceversa



Me reconozco en ti. Descalzo sobre el suelo pedregoso rodeas con el brazo el cuello de ese perro invadido de garrapatas y malas costumbres. Avanzas inmune entre espinas con tu piel semitransparente. Reconozco los calzoncillos de aviones de colores, el machete oxidado, el pelo alborotado, la mugre en las manos, la pelusa en el ombligo, la pregunta en los labios.
Lanzar o no esa piedra al avispero. Espero paciente a que decidas, sé como termina. Sonrío mientras te veo huir de las avispas, te picarán dos, quizá tres. Me acerco despacio y me agacho junto a ti mientras mordisqueas nervioso los habones; sé que no me hablarás. Es una timidez contagiosa. El silencio se normaliza y juntos miramos nada en el todo del monte. Te siento dolerte de cuando en cuando, apretando los dientes estoico, los brazos cruzados. Mete la tripa, niño. Y esas legañas, mamá se esfuerza en que parezcas un ser civilizado.
El canto de las guacharacas me hace un nudo en la garganta. Respiro profundo. Me percibes inquieto, y yo a ti: no sabes quien soy. Por toda respuesta me ofreces orgulloso un par de pitigüeis. Aceptarlos es una invitación. Me enseñas el nidito de algodón de los pequeños tucusitos de zafiro y sus ínfimos polluelos de azabache. Me llevas a ver un imponente ñangaragato que mastica indolente la flor de la cayena, perseguimos guaripetes de rabos azules. Creemos ver al chaure y su mal augurio en todos los rincones del cielo. Huimos. Admiramos la calavera impecable de un conejo, la elegancia de las señoras paraulatas. Respiramos muy hondo para que nos llegue el lejano perfume de las pomalacas y nos embriagamos con la podredumbre de los mangos sobre las aceras.
Empanadas de cazón en la Plaza Simón Bolívar. Un bocadito de guayaba, olor de pescado salado y hojas de plátano. Algarabía de niños. Que viene La Llorona, que suena El Silbón. Palmas porque los-chimichimitos-estaban-bailando-el-coro-corito-tamboré. Miramos escondidos a una niña escogida entre todas durante una breve eternidad. Corremos delante y detrás de los perros alrededor de la iglesia, codiciamos los amuletos que venden en los puestecillos de los aledaños, una cerbatana en la tienda de souvenirs. Volviendo miramos de reojo mece que mece la mecedora de la vieja Genoveva, que debe tener unos trescientos años más o menos; y la vaca esquelética, cornitorcida y abiertamente fea del viejo Luis María que ha parido un ternero lindo como una figurita de porcelana.
Las últimas luces nos dejan ver distante la cueva del piache, donde los zamuros duermen, y lejos, mucho más lejos, la fina linea del Caribe. Nos miramos. No sabes qué viaje tan largo. Vine por ahí, y también por ahí. Señalo dos estrellas al azar. Ajá, me dices.
Te iba a dar una lista de obstáculos, una colección de atajos. Soluciones a misterios, tiritas para las heridas, cordones muy cortos para los zapatos. Te iba a dar un mapa, con un camino claramente trazado que te libre de trampas, y una brújula desnortada que te indique siempre la dirección correcta. Y una navajita suiza para cortar nudos, amarres y ataduras. Hablarte de unos ojos, unos ojos azules. Pero hoy he visto que nunca serás otra cosa distinta de mi, que tus errores serán mis aciertos, que no quiero que transites otra senda que la tuya. No quiero dirección correcta. Llévame hasta dónde estoy porque no quiero perder lo que ganarás para mi ni renunciar a extrañar lo que te perdí.
Creo que no has escuchado nada de lo que he dicho, las luciérnagas te tienen idiotizado. Mejor. Corre, papá te llama a cenar.
Mamá se asoma, un señor con barba decía cosas extrañas al niño. Ahí fuera no hay nadie. Punto. Guardar archivo.


Guacharaca: ave galliniforme cuyo canto parece decir “guacharaca guacharaca”

Pitigüey: fruto rojo diminuto del cactus semiesférico del mismo nombre

Tucusito: colibrí

Ñangaragato: gran langosta de vivos colores

Guaripete: lagartija

Chaure: lechuza cuyo canto se cree que es augurio de muerte

Paraulata: pequeña ave de patas relativamente largas y colores blancos y grises

Pomalaca: fruto rojo de carne blanca y aroma a rosas

La Llorona: alma en pena de una mujer que asesinó a sus hijos

El Silbón: alma en pena al que se oye silbar alto cuando está lejos y bajo cuando está cerca

Los Chimichimitos: canción infantil popular (fragmento)

Piache: brujo o curandero indígena

Zamuro: buitre negro

4 comentarios:

  1. Por más puta que se vuelve la realidad sigues sin perder la magia en tus palabras, echaba de menos leerte ;)

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  2. Impresionante, quién pudiese hablar con aquella niña que fue y recomendarle alguna senda menos tortuosa. Has hablado al pasado y al futuro; espero leerte en una conversación con el presente

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  3. Otra vez me honras Laura! Espero poder seguir trayendo aquí cosas desde el otro lado :)

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  4. Casi impresionante,viejo...
    Un placer descubrirte.

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Te escucho...