Me reconozco en ti.
Descalzo sobre el suelo pedregoso rodeas con el brazo el cuello de
ese perro invadido de garrapatas y malas costumbres. Avanzas inmune
entre espinas con tu piel semitransparente. Reconozco los
calzoncillos de aviones de colores, el machete oxidado, el pelo
alborotado, la mugre en las manos, la pelusa en el ombligo, la
pregunta en los labios.
Lanzar o no esa piedra al
avispero. Espero paciente a que decidas, sé como termina. Sonrío
mientras te veo huir de las avispas, te picarán dos, quizá tres. Me
acerco despacio y me agacho junto a ti mientras mordisqueas nervioso
los habones; sé que no me hablarás. Es una timidez contagiosa. El
silencio se normaliza y juntos miramos nada en el todo del monte. Te
siento dolerte de cuando en cuando, apretando los dientes estoico,
los brazos cruzados. Mete la tripa, niño. Y esas legañas, mamá se
esfuerza en que parezcas un ser civilizado.
El canto de las
guacharacas me hace un nudo en la garganta. Respiro profundo.
Me percibes inquieto, y yo a ti: no sabes quien soy. Por toda respuesta me
ofreces orgulloso un par de pitigüeis. Aceptarlos
es una invitación. Me enseñas el nidito de algodón de los pequeños
tucusitos de zafiro y sus
ínfimos polluelos de azabache. Me llevas a ver un imponente
ñangaragato que
mastica indolente la flor de la cayena, perseguimos guaripetes
de rabos azules. Creemos ver al chaure
y su mal augurio en todos los rincones del cielo. Huimos. Admiramos
la calavera impecable de un conejo, la elegancia de las señoras
paraulatas. Respiramos
muy hondo para que nos llegue el lejano perfume de las pomalacas
y nos embriagamos con la podredumbre de los mangos sobre las aceras.
Empanadas
de cazón en la Plaza Simón Bolívar. Un bocadito de guayaba, olor
de pescado salado y hojas de plátano. Algarabía de niños. Que
viene La Llorona, que
suena El Silbón.
Palmas porque
los-chimichimitos-estaban-bailando-el-coro-corito-tamboré.
Miramos escondidos a una niña escogida entre todas durante una breve
eternidad. Corremos delante y detrás de los perros alrededor de la
iglesia, codiciamos los amuletos que venden en los puestecillos de
los aledaños, una cerbatana en la tienda de souvenirs.
Volviendo miramos de reojo mece
que mece la mecedora de la vieja Genoveva, que debe tener unos
trescientos años más o menos; y la vaca esquelética, cornitorcida
y abiertamente fea del viejo Luis María que ha parido un ternero
lindo como una figurita de porcelana.
Las
últimas luces nos dejan ver distante la cueva del piache,
donde los zamuros
duermen, y lejos, mucho más lejos, la fina linea del Caribe. Nos
miramos. No sabes qué viaje tan largo. Vine por ahí, y también por
ahí. Señalo dos estrellas al azar. Ajá, me dices.
Te
iba a dar una lista de obstáculos, una colección de atajos.
Soluciones a misterios, tiritas para las heridas, cordones muy cortos
para los zapatos. Te iba a
dar un mapa, con un camino claramente trazado que te libre de
trampas, y una brújula desnortada que te indique siempre la
dirección correcta. Y una navajita suiza para cortar nudos, amarres
y ataduras. Hablarte de unos ojos, unos ojos azules. Pero hoy he visto que nunca serás otra cosa distinta de
mi, que tus errores serán mis aciertos, que no quiero que transites
otra senda que la tuya. No quiero dirección correcta. Llévame hasta
dónde estoy porque no quiero perder lo que ganarás para mi ni
renunciar a extrañar lo que te perdí.
Creo
que no has escuchado nada de lo que he dicho, las luciérnagas te
tienen idiotizado. Mejor. Corre, papá te llama a cenar.
Mamá
se asoma, un señor con barba decía cosas extrañas al niño. Ahí
fuera no hay nadie. Punto. Guardar archivo.
Guacharaca:
ave galliniforme cuyo canto parece decir “guacharaca guacharaca”
Pitigüey:
fruto rojo diminuto del cactus semiesférico del mismo nombre
Tucusito:
colibrí
Ñangaragato:
gran langosta de vivos colores
Guaripete:
lagartija
Chaure:
lechuza cuyo canto se cree que es augurio de muerte
Paraulata:
pequeña ave de patas relativamente largas y colores blancos y grises
Pomalaca:
fruto rojo de carne blanca y aroma a rosas
La
Llorona: alma en pena de una mujer que asesinó a sus hijos
El
Silbón: alma en pena al que se oye silbar alto cuando está lejos y
bajo cuando está cerca
Los Chimichimitos: canción infantil popular (fragmento)
Piache:
brujo o curandero indígena
Zamuro:
buitre negro
Por más puta que se vuelve la realidad sigues sin perder la magia en tus palabras, echaba de menos leerte ;)
ResponderEliminarImpresionante, quién pudiese hablar con aquella niña que fue y recomendarle alguna senda menos tortuosa. Has hablado al pasado y al futuro; espero leerte en una conversación con el presente
ResponderEliminarOtra vez me honras Laura! Espero poder seguir trayendo aquí cosas desde el otro lado :)
ResponderEliminarCasi impresionante,viejo...
ResponderEliminarUn placer descubrirte.