
De madrugada, entre toboganes y columpios, tirita Dios aferrado a un vaso de plástico, aguantándose las ganas de orinar por no perder de vista al demonio, que le mira tal vez a él, de reojo, la mirada tendida sobre una sombra de ojos, carboncillo de misterio; enviándole con la brisa bocanadas de uno de esos perfumes producto de la ingeniería del deseo. Y el mundo huérfano se viene abajo al tiempo que Dios termina por orinarse en los pantalones, y el demonio, que apenas se tiene en pie, continúa mirando hacia ninguna parte, inocente y perdido.
Alejandro Millán
Junio 2010
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Te escucho...